El pulóver Q.E.P.D.

Reflexiones sobre una prenda en peligro de extinción

Ramiro Rodriguez
5 min readJun 29, 2014

Vamos a referirnos al pulóver, prenda de vestir también llamada sweater, pullover, etc. Mas precisamente al de lana o hilo, dejamos fuera del alcance de estas líneas al buzo deportivo, de polar o de todo otro tipo de materiales de diseño que abundan en estos días.

Los orígenes de este relato se remontan al año 2009, viaje de negocios en grupo, tercer o cuarto día cuando el grupo se consolida, se van haciendo mas frecuentes las charlas, vamos conociendo más al otro, sus orígenes, sus gustos, etc. Sentados en el lobby del hotel, Carlos Ferrari (Ingeniero Agrónomo que trabaja en el CFI en Buenos Aires, organizador del viaje) nos dice a un grupo que estábamos practicando el alpedismo en su mas refinada expresión, — “Yo no uso Pulóver. Uso camisa y saco, pulóver nunca”. Fue muy impactante para mí, yo no concibia un mundo sin pulóver, y este tipo que tenía enfrente me decía que podía vivir sin usar esa prenda; era para mi más o menos como que me dijeran que se puede vivir sin comer carne, sin fútbol, sin música, sin política, sin historia, sin matemática…. En ese momento, recordé lo importante que había sido esa prenda para mi, mis pulóveres más queridos, los más lindos, los mas destacados. Uno de los primeros que recuerdo, fue un azul francia, escote en V, hermoso. Tendría 10 años y mi madre me lo compró con mucho esfuerzo seguramente. Lo destacable era la combinación, junto con el hermoso pulóver azul francia me compraron un pantalón blanco. Así como lo leen. Imagínense un negrito de pantalón blanco y pulóver azul francia clarito, medio de hilo porque era por diciembre, el gasto meritaba, era atuendo que debería usar para rendir mi primer examen de inglés con las profesoras que venían de la cultural inglesa de Buenos Aires.

Un párrafo aparte para los de colegio, esos si que han sido pulóveres sufridos. Usados a diario, gastados hasta que el grosor de la lana de los codos se llevaba a límites infinitesimales ( eran épocas donde estaba mal visto usar parches en los codos, no estaba a la moda como en estos tiempos), usados de pañuelos/servilleta, de ‘arcos’ de fútbol, de elemento para golperse (como casi todo en esa época), etc. Dentro de este grupo está el más recordado de todos, hasta el día de hoy mis amigos lo recuerdan con nostalgia y le saca una sonrisa pícara junto a un lagrimón, el “Paul Bellino” (dígase Pol Belino). Era un pulóver blanco, medio de hilo, escote en V, con unas lineas en el cuello rojas y azules, lindo pulóver. Ese lo heredé de mi tío Bocha (hermano de mi mamá), lo llamativo del mismo era que en el pecho sobre la izquierda donde generalmente las marcas ponen sus finos logos, este decía “Paul Bellino” con letras grandes y claras. Lo cual motivaba, motiva y seguirá motivando un sinnúmero de cargadas, bromas y chistes hacia mi persona. Tanto es así que en mi grupo de amigos se utiliza habitualmente la palabra “Belino” como un adjetivo, “Estás muy belino” se le dice a alguien que aparece muy bien vestido a un lugar de reunión.
Este reconto de algunos pulóveres importantes en mi vida, es solo a los efectos de que el lector dimensione la importancia que tiene para quien escribe afirmar, como va a hacerlo a través de estas sencillas lineas, que el Pulóver como prenda ‘ha dejado de existir’. ‘Ya fue’, la gente que medianamente se mantiene a la moda no compra más pulóveres. Se han reemplazado por prendas alternativas, camperitas de hilo para la mujer generalmente con botones (obsérvese el diminutivo usado frecuentemente para las prendas de uso femenino), cardigans (camperas de hilo o lana usadas por el hombre con cierre relámpago), chalecos de lana o hilo usados por ambos, remeras térmicas manga larga sobre la piel y rompeviento arriba para los más aventureros, etc. Pero pulóver no usa más nadie. Yo hace por lo menos 3 o 4 inviernos que no me compro un pulóver, un pulóver en serio, no buzos deportivos, ni buzos de polar, etc.

El pulóver es una prenda confiable, amiga, compañera pero a la vez peligrosa. Disimula la remera vieja generalmente con agujeros, la camisa gastada,que le faltan botones, o que no puede contener nuestra humanidad e imprime a los mismo una presión inusitada. Cualquier camisa que tenga un cuello decente se puede usar con pulóver. Todos estos beneficios, cual boomerang, se vuelve repentinamente en contra nuestro al encontrarnos con gente con la cual no tenemos la suficiente confianza como para usar esa prenda que tenemos debajo del pulóver, y estamos en una sala que siempre esta sobre calefaccionada. En ese momento, cuando el calor comienza a ser sofocante, odiamos el pulóver y nos da bronca haber sido tan descuidados en la elección de la prenda subyacente. Tampoco tenemos que olvidar ese pulóver elemento de tortura que pica. Generalmente es estéticamente hermoso, queremos usarlo porque nos queda bien y está a la moda pero estar dentro de Él es comparable a tener un ejército de hormigas rojas en el cuerpo.
Quiero ser sincero y decir que me encuentro con cierto sesgo cuando de pulóveres se habla, puede que no tenga la imparcialidad que la materia requiere, pero quien puede ser tan acéptico cuando nos referimos a una realidad que por uno u otro motivo nos rodea desde siempre. El pulóver está en la lista de objetos que me da miedo, si, como lo leyó (como si a esta altura del relato quedara alguien leyendo estas lineas) me da miedo. Otros integrantes de esa lista son: la olla a presión, la plancha a vapor (a la cual en una conducta totalmente irracional cargamos con agua siendo un artefacto eléctrico), etc. El pulóver en abstracto no me da miedo (los otros objetos que nombre si), me da miedo la combinación pulóver-edificio. El culpable de esto, Julio Cortázar. Cortázar escribió un gran cuento corto que se llama ‘No se culpe a nadie’, el cual intentare resumir aunque recomiendo su lectura. En el citado cuento un tipo, está en su departamento y se le hace la hora de ir a comprar un regalo para un casamiento con su mujer. Se da cuenta que esta fresco, que se le hace tarde y que su mujer lo debe estar esperando. Busca el pulóver y se lo empieza a poner, medio bruto (por esto me debo haber sentido tan identificado) tiene dificultades para pasar los brazos, la cabeza por cuello, etc. A partir de ahí todo el cuento transcurre en las cosas que piensa, siente y vive la persona presa del pulóver, realiza una serie de movimientos espasmódicos como si de un epiléptico se tratara para intentar ponerse el pulóver que traba sus brazos e imposibilita su visión, hasta que en un momento siente una sensación de vacío y a la vez liberación, yo estimo (porque no queda tan claro) que en ese momento la cabeza asoma por el cuello, y viene en caída libre debido a que en su alienación por ponerse la prenda, había dejado caer su cuerpo por la ventana del piso 12 del edificio.

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Ramiro Rodriguez
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Written by Ramiro Rodriguez

Me gusta viajar, la tecnología, deporte, matemática, historia y la política. Todo por igual. Trabajo en la Universidad, desarrollo software y fui maratonista

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